domingo, 13 de mayo de 2012

Los hijos...

Son tan feos, tan ricos, tan monos, tan simpáticos, tan adorables, tan amorosos y plaff... todo se desvanece.

Tan raritos, huidizos, granados, tan roncos y de repente, se han ido. Cuando vuelven de visita son encantadores: "mamá si puedes...", 
"mamá tu nieto...", "mamá el tupper..."

No dejarás nunca de ser mamá: donde te reclamen allí estarás,
 por supuesto, antes de que te lo pidan.

¿Hay mayor AMOR? ¿y mayor FELICIDAD?

2 comentarios:

  1. ¡Unos cuervos desagradecidos, eso es lo que son! En cambio yo... yo... "¿Mamá, me has hecho ya el bizcocho? Pues venga, date vidilla, que se me está acabando el anterior".

    Sois la generación que (la gran mayoría, hay excepciones) fuisteis criados en hogares donde los padres estaban antes que los hijos, y creasteis hogares donde vuestros hijos fueron, son y serán lo primero para vosotros. Lo cual lo hace todavía más bonito. Pero... no te olvides de preocuparte un poquito por ti.

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  2. Eso de lo que hablas me suena. Cuando yo era una niña pequeña adoraba a mi padre, y mi madre me enseñó a llevarle las zapatillas al sofá cuando llegaba a casa, para que no se molestase ni en ir a buscarlas. Años más tarde mi padre abandonó a mi madre por una mujer más joven. ¡el ardid de las zapatillas no había dado resultado! No antepongas nunca la felicidad de nadie a la tuya propia, ni padres, ni hijos, ni maridos. Si tu no eres feliz, no podrás hacer felices a los que te rodean. Aquí el extraordinario David tiene toda la razón. Por cierto, no sé hacer bizcochos ¡pobre madre!

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